La fiesta de hoy, establecida por
Urbano VI en 1389, está situada entre la Anunciación del Señor y el nacimiento
de Juan el Bautista, en armonía con el relato evangélico. Se conmemora la
visita de Nuestra Señora a su pariente Isabel, ya entrada en años, para
ayudarla en la espera de su maternidad, y al mismo tiempo compartir con ella el
júbilo de las maravillas obradas por Dios en ambas.
Esta fiesta de la Virgen
con la que terminamos el mes a Ella dedicado, nos manifiesta su mediación, su
espíritu de servicio y su profunda humildad. Nos enseña a llevar la alegría
cristiana allí a donde vamos. Como María, hemos de ser siempre causa de alegría
para los demás.
En aquellos días, María partió y fue sin
demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a
Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el
niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,exclamó: "¡Tú eres bendita entre
todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi
Señor venga a visitarme?"
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de
alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se
cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta
la grandeza del Señor,y mi espíritu se estremece de gozo en
Dios, mi Salvador,porque el miró con bondad la pequeñez de
tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,porque el Todopoderoso ha hecho en mí
grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación
en generación sobre aquellos que lo temen.Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó
a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y
elevó a los humildes.Colmó de bienes a los hambrientos y
despidió a los ricos con las manos vacías.Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros
padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres
meses y luego regresó a su casa.