"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

4 de agosto de 2014

LUNES de la 18a Semana del Tiempo Ordinario Juan Bautista Mª Vianney

Mateo 14,22-36.

 En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. 

La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.  A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.  Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. 

Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". 

Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". 
"Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. 

Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". 

En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". 

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.  Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios". 

Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados.