Foto: Detalle de "El nacimiento de la Virgen", de Murillo (1660), que se encuentra en el Museo de El Louvre, París. |
"Que se alegre tu Iglesia,
Señor, y se goce en el Nacimiento de la Virgen María,que fue para el mundo esperanza
y aurora de salvación".(De la Misa de la Natividad de la Virgen María)
Nuestra Madre es modelo de
correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz
para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. A lo largo del año,
cuando celebramos las fiestas marianas, y en bastantes momentos de cada jornada
corriente, los cristianos pensamos muchas veces en la Virgen. Si aprovechamos
esos instantes, imaginando cómo se conduciría Nuestra Madre en las tareas que
nosotros hemos de realizar, poco a poco iremos aprendiendo: y acabaremos
pareciéndonos a Ella, como los hijos se parecen a su madre.
María Santísima, Madre de Dios,
pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo. —Aprende de Ella
a vivir con "naturalidad". Camino, 499
La más hermosa
Los teólogos han formulado con
frecuencia un argumento (...) destinado a comprender de algún modo el sentido
de ese cúmulo de gracias de que se encuentra revestida María, y que culmina con
la Asunción a los cielos. Dicen: convenía, Dios podía hacerlo, luego lo hizo.
Es la explicación más clara de por qué el Señor concedió a su Madre, desde el
primer instante de su inmaculada concepción, todos los privilegios. Estuvo
libre del poder de Satanás; es hermosa —tota pulchra!—, limpia, pura en alma y
cuerpo.Es Cristo que pasa, 171
María se muestra santamente
transformada, en su corazón purísimo, ante la humildad de Dios: el Espíritu
Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Por cuya causa el santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios. La humildad
de la Virgen es consecuencia de ese abismo insondable de gracia, que se opera
con la Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima en las
entrañas de su Madre siempre Inmaculada. Amigos de Dios, 96
«Ama a la Señora. Y Ella te
obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana. —Y no servirán
de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de
ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los
mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón.
—"Serviam!". Camino, 493
Sí, servirás. Persevera y
"subirás".Cfr. Camino, 991
Decisiones firmes
Imitar, en primer lugar, su amor.
La caridad no se queda en sentimientos: ha de estar en las palabras, pero sobre
todo en las obras. La Virgen no sólo dijo fiat, sino que cumplió en todo
momento esa decisión firme e irrevocable. Así nosotros: cuando nos aguijonee el
amor de Dios y conozcamos lo que El quiere, debemos comprometernos a ser
fieles, leales, y a serlo efectivamente. Porque no todo aquel que dice Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi
Padre celestial.Es Cristo que pasa, 173
¡Oh Madre, Madre!: con esa
palabra tuya —"fiat"— nos has hecho hermanos de Dios y herederos de
su gloria. —¡Bendita seas! Camino, 512
Otra caída... y ¡qué caída!...
¿Desesperarte? No: humillarte y acudir, por María, tu Madre, al Amor
misericordioso de Jesús. —Un "miserere" y ¡arriba ese corazón! —A
comenzar de nuevo. Camino, 711
Cuando todos huyen
Era el elogio de su Madre, de su
fiat, del hágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimas consecuencias,
que no se manifestó en acciones aparatosas, sino en el sacrificio escondido y
silencioso de cada jornada. Es Cristo que pasa, 172
María asiste a los misterios de
la infancia de su Hijo, misterios, si cabe hablar así, normales: a la hora de
los grandes milagros y de las aclamaciones de las masas, desaparece. En
Jerusalén, cuando Cristo —cabalgando un borriquito— es vitoreado como Rey, no
está María. Pero reaparece junto a la Cruz, cuando todos huyen. Este modo de
comportarse tiene el sabor, no buscado, de la grandeza, de la profundidad, de
la santidad de su alma.
Tratemos de aprender, siguiendo
su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y
de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que
obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios
quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega
toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra. ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda
nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo,
no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad
de los hijos de Dios. Es Cristo que pasa, 173