"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

7 de abril de 2015

MARTES de la octava de Pascua

Juan 20,11-18.

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 
Ellos le dijeron: 
"Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". 
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. 
Jesús le preguntó: 

"Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?"
Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: 
"Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". 
Jesús le dijo: 

"¡María!". 
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". 
Jesús le dijo: 

"No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". 
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.