"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

6 de agosto de 2015

FIESTA DE LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR *

Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: 
«Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: 
«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle». 
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: 
«Levantaos, no tengáis miedo». 
Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: 
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos». 

* Desde muy antiguo se celebraba esta fiesta del Señor, en esta misma fecha, en diversos lugares de Oriente y Occidente. En el siglo xv, el Papa Calixto III la extendió a la Iglesia entera. La Liturgia nos recuerda el milagro de la Transfiguración por dos veces durante el año: en el segundo domingo de Cuaresma para afirmar la divinidad de Cristo al acercarse su Pasión y hoy para festejar la exaltación de Cristo en su gloria. La Transfiguración del Señor es, además, un anticipo de lo que será la gloria del Cielo, donde veremos Dios cara a cara. En virtud de la gracia participamos ya de esa promesa de la vida eterna.