Jesús les decía:
"¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Y les decía:
"¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene"
Tomás nació en medio de una aristocrática familia, alrededor de 1225. A pesar de la fuerte oposición de los suyos, ingresó a la orden de Santo Domingo a la edad de 19 años. En 1245, sus superiores lo enviaron a estudiar a París, donde sus dotes de humildad hicieron que al principio su gran inteligencia y saber pasasen desapercibidos. Sus condiscípulos llegaron a llamarlo, por su silenciosa y meditativa timidez, y su físico corpulento, “el buey mudo”.
Al recibirse de bachiller, siguiendo el orden académico de la época, comenzó a enseñar en la Universidad de París, y compuso obras como sus comentarios sobre el Libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, sobre el libro de Isaías y sobre el Evangelio según San Mateo. Cuatro años más tarde, se le confió la cátedra de doctor, encargado de enseñar, discutir y predicar y algún tiempo después, empezó a escribir la Suma contra los Gentiles.
De 1259 a 1268, el santo era muy popular en toda Italia, país en el que enseñó y donde también predicó en muchas ciudades. Hacia 1266, comenzó a escribir la más famosa de sus obras: la Suma Teológica. De vuelta a París, el santo continuó, en medio sus clases, predicaciones y discusiones públicas, la redacción de la Suma, incluido el tratado de la Eucaristía. Dice una tradición que el Crucifijo le habló y le dijo: “Has escrito bien de mí, Tomás”, confirmando su teología eucarística. Posteriormente, Tomás fue llamado nuevamente a Italia y ocupó el cargo de rector en la Universidad de Nápoles.
Al año siguiente, por causa de una poderosa visión, Tomás cesó de escribir y enseñar, sin terminar la Suma Teológica. Se hallaba muy enfermo cuando el Papa Gregorio X lo invitó al Concilio de Lyon, pero durante el viaje su enfermedad se agravó aún más, siendo trasladado a la abadía cistercience de Fossa Nuova, donde falleció en la madrugada del 7 de marzo de 1274