"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

7 de enero de 2017

DAR UN NUEVO RUMBO


Al pasaje de San Mateo en el evangelio de hoy nos enmarca la predicación y la actividad de Jesús una vez que la misión de Juan el Bautista ha concluido. Jesús abandonará entonces la pequeña ciudad de Nazaret y se establecerá en Cafarnaún, junto al lago, una ciudad mucho mayor y una de las mas importantes de la región de Galilea. Lo que Juan anunciaba en el desierto es ahora anunciado en las ciudades y en los pueblos. En un principio, el mensaje con el que Jesús comienza su predicación es el mismo que el de Juan: es un menaje que llama a la conversión ante la proximidad del Reino de Dios. A Mateo, puesto que escribe para judíos, le interesa mucho resaltar que en Jesús se cumple la profecía de Isaías, para entroncar con toda la tradición del Antiguo Testamento: en efecto la luz que ha brillado ante el pueblo que habitaba en tinieblas, no es otra que el propio Jesús. La luz es signo de vida, de liberación, el brillo de su luz acaba con las tinieblas, con el miedo, con el temor, recordemos la sensación que tenemos cuando estamos en un sitio que desconocemos a oscuras y de pronto se hace la luz. En la persona de Jesús Dios cumple su promesa, en la persona de Jesús, encontramos siempre la luz y la vida.
 
Junto a esta predicación que llama a la conversión, al cambio de vida, Jesús va a pasar a la acción, va a llamar a los primeros discípulos, va a invitar a que le sigan a unos cuantos, con nombres y apellidos: Pedro, Andrés Juan y va a recorrer los pueblos y ciudades curando y sanando a los que lo necesitan. En Jesús siempre va unido este binomio de cosas: predicación y acción, no se queda solo en una de ellas. En nosotros debe darse esa misma doble realidad: creer y actuar. Cuando creo de verdad en algo, esa creencia debe llevarme a comportarme según se me pide. No debe, o mejor no debería haber contradicción entra esas dos realidades, según como sea de profunda mi fe, así de convincente será mi actuar o mi testimonio.
 
Siempre este tercer domingo se enmarca dentro de la celebración de la semana de oración por la unidad de los cristianos. Una celebración que aunque pasa desapercibida para la mayoría de los creyentes, nosotros la recordamos todos los años. Unos de los últimos discursos de Jesús a los suyos, como previendo la importancia del mismo, fue el de recordarles la necesidad de estar unidos, el evangelista Juan nos presenta en su capítulo diecisiete como Jesús pide para que los que crean en Él sean uno y lo hace de una forma especial, repitiendo muchas veces lo de la unidad. Parece que presentía que este iba a ser unos de los problemas principales de los suyos, como así ha sido. La comunidad de Corinto como hemos escuchado en la segunda lectura ya sufrió este problema, unos decían que eran de Apolo, otros de Pedro, y otros de Pablo, olvidándose que todos eran de Cristo, como les reprocha San Pablo.
 
Este problema se ha hecho mas profundo con el paso del tiempo, y en la actualidad, los que creemos en el mismo Dios de Jesús, estamos divididos, todos somos cristianos, pero no todos los credos son idénticos, los dogmas que para unos son fundamentales no lo son para los otros. Esta falta de unidad es un mal ejemplo tanto para los propios cristianos como para las demás confesiones religiosas. Hay que fomentar todos los gestos encaminados a favorecer la unidad, es verdad que los pasos que se dan son muy pequeños, pero también es verdad que las tensiones del pasado ya son historia. Por eso si yo rezo por la unidad, es que soy consciente que todavía quedan cosas por hacer, pedimos al Señor que cada día se vayan construyendo mas puentes que muros entre los que confesamos nuestra fe en Jesús de Nazaret. Al tiempo que pedimos por la unidad entre los cristianos, actualizamos nuestro trabajo y nuestra disposición para estar unidos también entre nosotros, que desaparezcan las rivalidades, las envidias sin fundamento y los recelos para nada justificados. Se lo pedimos al Señor que él fortalezca nuestra unidad y nuestra disposición para lograrla.
 
Y lo hacemos al tiempo que recordamos a los que menos tienen, a los que sufren, a los que están solos, a los enfermos, a los que necesitan la ayuda de los demás y no la reciben, nos acordamos de todos ellos.