Evangelio (Mt 15,29-37)
En aquel tiempo, Jesús se marchó de aquel lugar, vino junto al mar de Galilea, subió al monte y se sentó allí.
Acudió a él mucha gente que traía consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a sus pies, y él los curó.
De tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y restablecerse a los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y dijo:
— Me da mucha pena la muchedumbre, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no vaya a ser que desfallezcan en el camino.
Pero le decían los discípulos: — ¿De dónde vamos a sacar en un desierto panes suficientes para alimentar a tan gran muchedumbre?
Jesús les dijo:
— ¿Cuántos panes tenéis?
— Siete y unos pocos pececillos — respondieron ellos.
Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
Y comieron todos y quedaron satisfechos. Con los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas
PARA TU RATO DE ORACION
¿Quién fue san Nicolás de Bari?
San Nicolás, también conocido como San Nicolás de Mira o San Nicolás de Bari (en Occidente, por el lugar donde fueron trasladados sus restos) fue un obispo que vivió en el siglo IV. Más de dos mil templos están dedicados a él en todo el mundo.
Nació en Patara, en la región de Licia (actualmente dentro del territorio de Turquía) en una familia adinerada y desde niño se destacó por su carácter piadoso y generoso. Sus padres, fervorosos cristianos, lo educaron en la fe. Después de la muerte de sus padres, Nicolás heredó una gran fortuna que puso al servicio de los necesitados, según la hagiografía escrita por San Metodio, arzobispo de Constantinopla.
San Josemaría y San Nicolás
Con anterioridad al nombramiento como intercesor, que llevó a cabo el 6 de diciembre de 1934, consta que ya había acudido, en diversas ocasiones, a rezar a la madrileña iglesia de El Salvador y San Nicolás, para «darle un sablazo».
San Josemaría acudía para encomendar a san Nicolás los apuros económicos familiares que se habían agudizado desde que, en 1931, dejara el Patronato de Enfermos.
Pocos años después, y en el contexto de las dificultades económicas surgidas en torno a la puesta en marcha de la Academia-Residencia DYA, el fundador le nombraría intercesor y, en ese mismo momento, estableció que, en todos los centros del Opus Dei, se colocara una imagen del santo.
Los títulos que el obispo de Myra presentaba a los ojos de Josemaría Escrivá para acudir a su intercesión coincidían con los de la imagen del santo en la tradición popular católica.
Apoyándose en la secular fama que tenía de abogado para las causas difíciles, especialmente en ámbito material, san Josemaría lo consideraba «el santo de las dificultades económicas y el santo de casar a las incasables». En esos primeros años, Escrivá se refería a san Nicolás de Bari con títulos diversos: «administrador», «patrono», «abogado» e «intercesor».
En 1954, en el contexto de las dificultades económicas surgidas con ocasión de la puesta en marcha de la sede central del Opus Dei en Roma, tuvo lugar la primera peregrinación de san Josemaría a la tumba del santo obispo en la capital de la Apulia.
En ese mismo año, al hacerse cargo la constructora Castelli de la gestión de las obras, se produjo una mejora de las circunstancias en las que se desarrollaron esos trabajos. También en 1954 quedó terminado el oratorio dedicado a san Nicolás en esos edificios.
Papá Noel vs San Nicolás
San Nicolás fue un obispo cristiano que vivió en la actual Turquía en el siglo IV. Aunque realizó muchos milagros, el más conocido relata que dio la vida a tres niños que habían habían sufrido un trágico accidente. Por eso, su figura ha estado siempre unida a los niños. Su devoción ha pervivido tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa. Pronto, se asoció el santo a los regalos que los niños recibían por Navidad.
LA IMAGEN ACTUAL ES UNA MEZCLA DEL SINTERKLAAS HOLANDÉS Y TRADICIONES ESCANDINAVAS QUE HABÍAN LLEGADO A EE.UU.
La imagen actual es una mezcla del Sinterklaas holandés y tradiciones escandinavas que habían llegado a EE.UU. Su origen se remonta a una noche de 1822, cuando el pastor protestante Clément C. Moore creó el personaje de Santa Claus. El 24 de diciembre, al caer la tarde, su esposa comprobó que le faltaban algunas cosas para la cena y pidió a su marido que fuese a comprarlas. A su regreso, Clement se entretuvo un rato con el guarda Jan Duychinck: un holandés gordo y efusivo, con ganas de contar las tradiciones navideñas de su tierra, en particular las costumbres relacionadas con Sinterklaas (Santa Claus).
Ya en casa, el Dr. Moore mientras la mujer preparaba la cena, redactó un poema para sus tres hijas contando la visita que le había hecho San Nicolás. La figura que describió era la misma de Duychinck: un sujeto cordial, gordo, de ojos chispeantes, nariz roja y mejillas sonrosadas, que llevaba pipa y decía “ho, ho, ho”. Aunque el personaje se llamaba San Nicolás, no tenía nada que ver con el obispo San Nicolás.
COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY
El evangelio de hoy nos narra el milagro de una de las multiplicaciones de los panes y de los peces que realizó el Señor para la gente.
Precisamente, ese inciso final “para la gente”, es el punto de partida del comentario de hoy a esta escena del Señor tan conocida.
Jesús sabe muy bien a qué ha venido a la tierra, como lo expresa un villancico que le gustaba mucho a san Josemaría: “Mi Padre es del Cielo / mi madre también / yo bajé a la tierra para padecer”. El Señor viene al mundo para obrar la Redención.
La Salvación que nos brinda el Hijo de Dios es para todos, aunque luego solo unos pocos la acojan en su corazón. Jesús sabe perfectamente cuál será el éxito de su obra, pero no por ello deja de enseñar, actuar y entregarse para “la gente”, es decir, para todos.
Es lo que vemos en la antesala del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús siente compasión por la multitud que le sigue y lleva varios días sin comer, y no puede no ejercer su poder en beneficio de ellos.
Así es el corazón de Jesús. Siempre compasivo, con deseos infinitos de darse, de entregarse a nosotros, aunque muchas veces no le reconozcamos ni le acojamos en el nuestro. Pero a Él le da igual el resultado, y tampoco se impone, Él sigue a lo suyo: sembrar, entregarse, alimentarnos.
El Señor nos invita hoy a que pensemos sobre cómo es nuestra reacción cuando, después de darnos a los demás, no encontramos ningún resultado aparente en su modo de actuar. ¿Nos venimos abajo pensando que no somos lo suficientemente buenos? ¿Descartamos a esas personas porque no reaccionen frente a lo que reciben gratuitamente? ¿Seguimos a su lado sean cuales sean sus circunstancias y actitudes? Jesús, manso y humilde de corazón, nos señala el camino.