"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

27 de octubre de 2025

Hoy 27 octubre Cumpleaños del prelado del Opus Dei



Mons. Fernando Ocáriz nació en París, el 27 de octubre de 1944, hijo de una familia española exiliada en Francia por la Guerra Civil (1936-1939). Es el más joven de ocho hermanos.

Es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Barcelona (1966) y en Teología por la Pontificia Universidad Lateranense (1969). Obtuvo el doctorado en Teología, en 1971, en la Universidad de Navarra. Ese mismo año fue ordenado sacerdote. En sus primeros años como presbítero se dedicó especialmente a la pastoral juvenil y universitaria.

Es consultor del Dicasterio para la Doctrina de la Fe desde 1986 (cuando era Congregación para la Doctrina de la Fe) y del Dicasterio para la Evangelización desde 2022 (anteriormente, desde 2011, del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización). Entre 2003 y 2017 fue consultor de la entonces Congregación para el Clero. En 1989 ingresó en la Pontificia Academia Teológica. En la década de los ochenta, fue uno de los profesores que iniciaron la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma), donde fue profesor ordinario (ahora emérito) de Teología Fundamental.

Algunas de sus publicaciones son: The mystery of Jesus Christ: a Christology and Soteriology textbook; Hijos de Dios en Cristo. Introducción a una teología de la participación sobrenatural. Otros volúmenes tratan temas de índole teológica y filosófica como Amar con obras: a Dios y a los hombresNaturaleza, gracia y gloria, con prefacio del cardenal Ratzinger. En 2013 se publicó un libro entrevista de Rafael Serrano bajo el título Sobre Dios, la Iglesia y el mundo. Entre sus obras hay dos estudios de filosofía: El marxismo: teoría y práctica de una revolución; Voltaire: Tratado sobre la tolerancia. Además, es coautor de numerosas monografías, y autor de numerosos artículos teológicos y filosóficos.

Vicario general del Opus Dei desde 1994 hasta 2014, cuando fue nombrado Vicario auxiliar de la prelatura. Durante los últimos 22 años ha acompañado al anterior prelado, Mons. Javier Echevarría, en sus visitas pastorales a más de 70 naciones. Desde el 23 de enero de 2017 es prelado del Opus Dei.

En los años 60, siendo estudiante de Teología, convivió en Roma con san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Desde joven es aficionado al tenis, deporte que sigue practicando.

En estos meses en los que el mundo está siendo sometido a una dura prueba, no hay paz. El dolor y el sufrimiento unen, y es frecuente que muchas personas que antes no se conocían ahora estén reunidos por lazos de amistad, pues se han ayudado en los momentos de mayor emergencia.

Si no nos unimos, por más que se supere la crisis sanitaria permanecerán las heridas de una sociedad individualista

En la audiencia hace 5 años con el papa Francisco recordaba que “o trabajamos juntos para salir de la crisis, a todos los niveles de la sociedad, o no saldremos nunca”. Si hemos comenzado estas líneas poniendo de manifiesto tantos ejemplos de entrega a los demás que se han dado durante la crisis sanitaria, no podemos cerrar los ojos ante realidades de signo opuesto.

La cultura contemporánea, que posee tantos valores positivos, al mismo tiempo está marcada por una enfermedad grave, a la que hace referencia el Santo Padre: el individualismo. Si no nos unimos, si no miramos a los demás como nuestros prójimos, como personas que tienen en sí mismas un valor único, que merecen respeto, comprensión, cercanía, por más que se supere la crisis sanitaria permanecerán las heridas de una sociedad individualista, anónima, que termina por convertirse en un campo de batalla entre los intereses egoístas.

El trabajo es una dimensión esencial de la vida social. La crisis sanitaria ha causado una crisis laboral de grandes proporciones. Los desafíos que se presentan son muchos y urgentes. En las circunstancias actuales cobran especial relieve algunas características del trabajo, que pueden paliar las consecuencias negativas de la crisis. Pienso, en primer lugar, en el espíritu de servicio. El trabajo está al servicio del bien común social y de la persona humana entendida en su integridad. La creación de nuevos puestos de trabajo, la conservación de los ya existentes, y, sobre todo, el cambio de mentalidad que pone siempre en el centro a la persona humana y no a una lógica meramente económica son un antídoto contra el individualismo imperante. Se impone, con palabras de san Juan Pablo II, hacer funcionar “la imaginación de la caridad”.

Trabajar bien es manifestar cercanía y superar con amor el distanciamiento social físico que imponen las circunstancias

Todos soñamos con una sociedad justa. La situación de muchas sociedades se ha trastocado después de este largo sufrimiento de la humanidad. Si justicia es “dar a cada uno lo suyo”, es necesario que quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones en la vida social, ejerciten esa “imaginación de la caridad”. Porque, como decía san Josemaría Escrivá, “convenceos de que únicamente con la justicia no resolveréis nunca los grandes problemas de la humanidad”. Y añadía que la dignidad de la persona humana exige más: la caridad, que “es como un generoso desorbitarse de la justicia”. Caridad que implica realizar bien el trabajo que tenemos encomendado, puesto al servicio de las necesidades de los demás, que en este momento se han hecho más acuciantes. Trabajar bien es sacar todo el partido posible a nuestras capacidades –en la familia, en la empresa, en la escuela, en todos los ámbitos del quehacer humano– para manifestar cercanía y superar con amor el “distanciamiento social” físico que imponen las circunstancias.

Todos estamos llamados a vivir la “imaginación de la caridad”, para resolver juntos los desafíos que nos pone este mundo nuestro, que queremos mejorar siguiendo los pasos de Aquel que nos dio ejemplo de un olvido de sí hasta dar la vida por los demás.