Evangelio San Lucas 17,1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás».
Los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería».
PARA TU RATO DE ORACION
Hoy te traemos la varita magica de la santidad para luchar para ser santo en medio del mundo, en tu trabajo, en tu familia en tu frater... en medio de las actividades de cada día.
El. Primer paso es saberse hijos de Dios y que como tales, tener fe como el grano de mostaza, porque Dios está SIEMPRE junto a nosotros.
San Josemaría nos ayuda vivir conscientes de que Dios está junto a nosotros, porque vivimos en presencia de Dios, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, ocurra lo que ocurra, en medio de las actividades ordinarias y normales de cada jornada.
Tres consejos para vivir la presencia de Dios en el trabajo
En una ocasión le preguntaron a san Josemaría “¿Qué industrias humanas aconsejaría para vivir la presencia de Dios durante el día?”, a lo cual respondió: «En el Opus Dei buscamos la santidad a través del trabajo: santificando el trabajo, santificando con el trabajo y santificando a los demás mediante nuestro trabajo profesional». Luego, dio tres ideas:
«Antes de comenzar tu tarea, levanta el corazón a Dios. Rectifica las intenciones. Puedes pensar en tu esposa, en tus hijos, en tu hogar...».
«Además, haz tu trabajo «por Dios, solo por Él, para darle gusto».
«Ponte un pequeño despertador, y si no es algo chocante, coloca una imagen de la Virgen en algún lugar. Quiere mucho a Nuestra Señora, en esta tierra de María Santísima. Tú no puedes ser una excepción, y no lo eres: la quieres mucho. La Virgen te llevará a Jesús, y entonces santificarás el trabajo y tendrás presencia de Dios».
¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro Sagrario!?
Camino, 268
Acostúmbrate a rezar oraciones vocales, por la mañana, al vestirte, como los niños pequeños. —Y tendrás más presencia de Dios luego, durante la jornada.
Surco, 473
¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro Sagrario!?
Camino, 270
¿Cómo vas a vivir la presencia de Dios, si no haces más que mirar a todas partes?... —Estás como borracho de futilidades.
Surco, 660
No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario cuando divises los muros o torres de las casas del Señor. —El te espera.
No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de rezar a María Inmaculada una jaculatoria siquiera cuando pases junto a los lugares donde sabes que se ofende a Cristo.
Camino, 269
"Padre —me decía aquel muchachote (¿qué habrá sido de él?), buen estudiante de la Central—, pensaba en lo que usted me dijo... ¡que soy hijo de Dios!, y me sorprendí por la calle, 'engallado' el cuerpo y soberbio por dentro... ¡hijo de Dios!"
Le aconsejé, con segura conciencia, fomentar la "soberbia".
Camino, 274
Si te acostumbras, siquiera una vez por semana, a buscar la unión con María para ir a Jesús, verás cómo tienes más presencia de Dios.
Camino, 276
Ten presencia de Dios y tendrás vida sobrenatural.
Camino, 278
Jaculatorias
El temple del buen cristiano se adquiere, con la gracia, en la forja de la oración. Y este alimento de la plegaria, por ser vida, no se desarrolla en un cauce único. El corazón se desahogará habitualmente con palabras, en esas oraciones vocales que nos ha enseñado el mismo Dios, Padre nuestro, o sus ángeles, Ave María. Otras veces utilizaremos oraciones acrisoladas por el tiempo, en las que se ha vertido la piedad de millones de hermanos en la fe: las de la liturgia —lex orandi—, las que han nacido de la pasión de un corazón enamorado, como tantas antífonas marianas: Sub tuum præsidium..., Memorare..., Salve Regina...
En otras ocasiones nos bastarán dos o tres expresiones, lanzadas al Señor como saeta, iaculata: jaculatorias, que aprendemos en la lectura atenta de la historia de Cristo: Domine, si vis, potes me mundare, Señor, si quieres, puedes curarme; Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te, Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo; Credo, Domine, sed adiuva incredulitatem meam, creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad, fortalece mi fe; Domine, non sum dignus, ¡Señor, no soy digno!; Dominus meus et Deus meus, ¡Señor mío y Dios mío!... U otras frases, breves y afectuosas, que brotan del fervor íntimo del alma, y responden a una circunstancia concreta.
La vida de oración ha de fundamentarse además en algunos ratos diarios, dedicados exclusivamente al trato con Dios; momentos de coloquio sin ruido de palabras, junto al Sagrario siempre que sea posible, para agradecer al Señor esa espera —¡tan solo!— desde hace veinte siglos. Oración mental es ese diálogo con Dios, de corazón a corazón, en el que interviene toda el alma: la inteligencia y la imaginación, la memoria y la voluntad. Una meditación que contribuye a dar valor sobrenatural a nuestra pobre vida humana, nuestra vida diaria corriente.
Gracias a esos ratos de meditación, a las oraciones vocales, a las jaculatorias, sabremos convertir nuestra jornada, con naturalidad y sin espectáculo, en una alabanza continua a Dios. Nos mantendremos en su presencia, como los enamorados dirigen continuamente su pensamiento a la persona que aman, y todas nuestras acciones —aun las más pequeñas— se llenarán de eficacia espiritual.
Es Cristo que pasa, 119
