"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

8 de noviembre de 2025

LA VERDADERA TRAGEDIA

 


Evangelio (Lc 16, 9-15)

«Y yo os digo: haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.


»Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho. Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?


»Ningún criado puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.


Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero, y se burlaban de él. Y les dijo:


—Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres es abominable delante de Dios.


PARA TU RATO DE ORACION


Las palabras del evangelio de la misa de hoy son en parte aplicación de la parábola del evangelio de ayer, aunque en el contexto amplio de todo el evangelio de Lucas. Por un lado, se anima a los discípulos a comportarse con la sabiduría que, imperfectamente, se refleja en la sagacidad de aquellos que solo funcionan por cálculos humanos. De hecho, la expresión «riqueza injusta» hace referencia a la riqueza desvinculada de la obtención de la verdadera justicia. Jesús nos pide que nos empeñemos en serio en alcanzar aquello que decimos querer alcanzar, poniendo todo lo demás al servicio de esa meta: las moradas eternas. Se trata, por tanto, de aprender a discernir cómo usar correctamente los bienes materiales.


A esta exhortación se le suman otras dos, que están en relación también con otros textos lucanos. El administrador responsable es el que presta atención a lo pequeño, pues a menudo es ahí por donde viene la ruina. Es en lo poco, en lo pequeño, donde se manifiesta y demuestra el interés y el amor verdaderos. También nos dice el texto que no podremos administrar bien los bienes eternos si no hemos sabido administrar bien los transitorios. Aspirar al cielo no quiere decir desentenderse del mundo. Estas enseñanzas se pueden sintetizar es esta frase: «no podéis servir a Dios y a las riquezas»; esto es, si lo que nos mueve es el dinero, Dios queda fuera. Solo uno de los dos polos puede ser rector de la vida entera.


Las últimas palabras de Jesús nos ponen sobre aviso. A Jesús le estaban escuchando «amantes del dinero» (Lc 16,14) y eso él lo veía, aunque por fuera se disimulase. Porque, ¿cuál es el valor de la limosna de un avaro o de un codicioso? Dios lo juzga. Y eso es lo verdaderamente determinante. De poco nos servirá el juicio positivo de los hombres sobre nosotros si realmente nuestro interior lo desdice. Jesús nos anima a purificar el corazón y renovar la mente, a examinar deseos e intenciones, porque es del corazón de donde salen las buenas y las malas obras.


"Aspirar a los bienes más altos" se centra en priorizar lo espiritual sobre lo material, entendiendo que el verdadero tesoro está en Dios y en las realidades celestiales, no en las riquezas terrenales. Esto implica una vida de desprendimiento, confianza en Dios y búsqueda de su voluntad, construyendo un "tesoro" en el cielo a través de la caridad y las obras de misericordia, en lugar de aferrarse a las posesiones temporales. 

Puntos clave :

Desapego de lo material: 

Reconocer que las riquezas terrenales son pasajeras y no deben ser el fin último. El verdadero objetivo es "aspirar a los bienes de arriba",

Priorizar lo espiritual:

 Se trata de poner la confianza en Dios y no en las riquezas materiales. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que "Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres es abominable delante de Dios".

Construir un tesoro celestial: 

En lugar de acumular bienes materiales, se busca construir "un tesoro" en el cielo, que se hace mediante la caridad, el amor y las obras de misericordia.

Vivir en el mundo con la mirada en el cielo:

 La propuesta no es huir del mundo, sino vivir en él santificando las realidades temporales, pero manteniendo el corazón firme en Dios. La mediación es para buscar el sustento necesario, pero sin que la confianza solo esté en las cosas de la tierra.

La verdadera riqueza es Dios:

El evangelio de hoy  nos invitan a una "pobreza" en el sentido de desapego, donde la verdadera riqueza es tener a Jesús y a su madre Maria y la vida eterna,

Sam Josemaría nos decia: "Mirad que lo importante no se concreta en la materialidad de poseer esto o de carecer de lo otro, sino en conducirse de acuerdo con la verdad que nos enseña nuestra fe cristiana: los bienes creados son sólo eso, medios. Por lo tanto, rechazad el espejuelo de considerarlos como algo definitivo: no queráis amontonar tesoros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen y donde los ladrones los desentierran y roban; atesorad en cambio bienes en el cielo, donde no hay orín, ni la polilla los consume, ni tampoco ladrones que los descubran y los roben. Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón.

Cuando alguno centra su felicidad exclusivamente en las cosas de aquí abajo —he sido testigo de verdaderas tragedias—, pervierte su uso razonable y destruye el orden sabiamente dispuesto por el Creador. El corazón queda entonces triste e insatisfecho; se adentra por caminos de un eterno descontento y acaba esclavizado ya en la tierra, víctima de esos mismos bienes que quizá se han logrado a base de esfuerzos y renuncias sin cuento.

Donde Dios no cabe

Pero, sobre todo, os recomiendo que no olvidéis jamás que Dios no cabe, no habita en un corazón enfangado por un amor sin orden, tosco, vano. Ninguno puede servir a dos señores, porque tendría aversión a uno y amor al otro, o si se sujeta al primero, despreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas. Anclemos, pues, el corazón en el amor capaz de hacernos felices... Deseemos los tesoros del cielo.

(119) No te estoy llevando hacia una dejación en el cumplimiento de tus deberes o en la exigencia de tus derechos. Al contrario, para cada uno de nosotros, de ordinario, una retirada en ese frente equivale a desertar cobardemente de la pelea para ser santos, a la que Dios nos ha llamado.

Por eso, con seguridad de conciencia, has de poner empeño —especialmente en tu trabajo— para que ni a ti ni a los tuyos os falte lo conveniente para vivir con cristiana dignidad. Si en algún momento experimentas en tu carne el peso de la indigencia, no te entristezcas ni te rebeles; pero, insisto, procura emplear todos los recursos nobles para superar esa situación, porque obrar de otra forma sería tentar a Dios.

Y mientras luchas, acuérdate además de que omnia in bonum!, todo —también la escasez, la pobreza— coopera al bien de los que aman al Señor; acostúmbrate, ya desde ahora, a afrontar con alegría las pequeñas limitaciones, las incomodidades, el frío, el calor, la privación de algo que consideras imprescindible, el no poder descansar como y cuando quisieras, el hambre, la soledad, la ingratitud, la incomprensión, la deshonra...

Aliviar las cargas de los demás

(120) Somos nosotros hombres de la calle, cristianos corrientes, metidos en el torrente circulatorio de la sociedad, y el Señor nos quiere santos, apostólicos, precisamente en medio de nuestro trabajo profesional, es decir, santificándonos en esa tarea, santificando esa tarea y ayudando a que los demás se santifiquen con esa tarea.

Convenceos de que en ese ambiente os espera Dios, con solicitud de Padre, de Amigo; y pensad que con vuestro quehacer profesional realizado con responsabilidad, además de sosteneros económicamente, prestáis un servicio directísimo al desarrollo de la sociedad, aliviáis también las cargas de los demás y mantenéis tantas obras asistenciales —a nivel local y universal— en pro de los individuos y de los pueblos menos favorecidos.