Eres toda hermosa, y no hay en ti mancha. —Huerto cerrado
eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. —Veni: coronaberis.
—Ven: serás coronada. (Cant., IV, 7, 12 y 8.) Si tú y yo hubiéramos tenido
poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado. (…) Y le
rinden pleitesía de vasallos los Ángeles..., y los patriarcas y los profetas y
los Apóstoles..., y los mártires y los confesores y las vírgenes y todos los santos...,
y todos los pecadores y tú y yo.
Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen
a la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado. —¡Aprovéchate de ese poder!
y, con atrevimiento filial, únete a esa fiesta del Cielo. —Yo, a la Madre de
Dios y Madre mía, la corono con mis miserias purificadas, porque no tengo
piedras preciosas ni virtudes. —¡Anímate!
Forja, 285
La Maternidad divina de María es la raíz de todas las
perfecciones y privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida
inmaculada y está llena de gracia, es siempre virgen, subió en cuerpo y alma a
los cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera, por encima de
los ángeles y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La Santísima Virgen, por
ser Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo infinita, del bien
infinito que es Dios. No hay peligro de exagerar. Nunca profundizaremos
bastante en este misterio inefable; nunca podremos agradecer suficientemente a
Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado con la Trinidad Beatísima.
Amigos de Dios, 276
Llénate de seguridad: nosotros tenemos por Madre a la Madre
de Dios, la Santísima Virgen María, Reina del Cielo y del Mundo.
Forja, 273
Señora, Madre de Dios y Madre mía, ni por asomo quiero que
dejes de ser la Dueña y Emperatriz de todo lo creado.
Forja, 376
Ella intercede
Santa María es —así la invoca la Iglesia— la Reina de la
paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el
profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de
aclamarla con ese título: Regina pacis, ora pro nobis! —Reina de la paz, ¡ruega
por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... —Te
sorprenderás de su inmediata eficacia.
Surco, 874
Cuando te veas con el corazón seco, sin saber qué decir,
acude con confianza a la Virgen. Dile: Madre mía Inmaculada, intercede por mí.
Si la invocas con fe, Ella te hará gustar —en medio de esa sequedad— de la
cercanía de Dios.
Surco, 695
Si nuestra fe es débil, acudamos a María. Cuenta San Juan
que por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su
Madre, creyeron en Él sus discípulos. Nuestra Madre intercede siempre ante su
Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo, que podamos confesar:
Tú eres el Hijo de Dios.
Amigos de Dios 285
Sed audaces. Contáis con la ayuda de María,
Regina apostolorum. Y Nuestra Señora, sin dejar de comportarse como Madre, sabe
colocar a sus hijos delante de sus precisas responsabilidades. (…) Muchas
conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido
precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de
búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar
a un cambio, a una vida nueva. Y así el haced lo que El os dirá se ha
convertido en realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que
ilumina desde
Eres toda hermosa, y no hay en ti
mancha. —Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente
sellada. —Veni: coronaberis. —Ven: serás coronada. (Cant., 4, 7, 12 y 8.) Si tú
y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de
todo lo creado.
Una gran señal apareció en el
cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. —Vestido de sol.
—La luna a sus pies. (Apoc., 12, 1.) María, Virgen sin mancilla, reparó la
caída de Eva: y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón
infernal. Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios.
El Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo la coronan como Emperatriz que es del Universo.
Y le rinden pleitesía de vasallos
los Angeles..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires
y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y
tú y yo.
Santo Rosario, 5º misterio
Es justo que el Padre y el Hijo y
el Espíritu Santo coronen a la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado.
—¡Aprovéchate de ese poder! y,
con atrevimiento filial, únete a esa fiesta del Cielo. —Yo, a la Madre de Dios
y Madre mía, la corono con mis miserias purificadas, porque no tengo piedras
preciosas ni virtudes.
—¡Anímate!
Forja, 285
La Virgen. ¿Quién puede ser mejor
Maestra de amor a Dios que esta Reina, que esta Señora, que esta Madre, que
tiene la relación más íntima con la Trinidad: Hija de Dios Padre, Madre de Dios
Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo, y que es a la vez Madre nuestra?
—Acude personalmente a su
intercesión.
Forja, 555
Llénate de seguridad: nosotros
tenemos por Madre a la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, Reina del
Cielo y del Mundo.
Forja, 273
Santa María, “Regina
apostolorum”, reina de todos los que suspiran por dar a conocer el amor de tu
Hijo: tú que tanto entiendes de nuestras miserias, pide perdón por nuestra
vida: por lo que en nosotros podría haber sido fuego y ha sido cenizas; por la
luz que dejó de iluminar, por la sal que se volvió insípida. Madre de Dios,
omnipotencia suplicante: tráenos, con el perdón, la fuerza para vivir
verdaderamente de esperanza y de amor, para poder llevar a los demás la fe de
Cristo.
Es Cristo que pasa, 175
María, la Madre santa de nuestro
Rey, la Reina de nuestro corazón, cuida de nosotros como sólo Ella sabe
hacerlo. Madre compasiva, trono de la gracia: te pedimos que sepamos componer
en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean, verso a verso, el poema
sencillo de la caridad, quasi fluvium pacis, como un río de paz. Porque Tú eres
mar de inagotable misericordia: los ríos van todos al mar y la mar no se llena
.
Es Cristo que pasa, 187
La Maternidad divina de María es
la raíz de todas las perfecciones y privilegios que la adornan. Por ese título,
fue concebida inmaculada y está llena de gracia, es siempre virgen, subió en
cuerpo y alma a los cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera,
por encima de los ángeles y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La
Santísima Virgen, por ser Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo infinita,
del bien infinito que es Dios . No hay peligro de exagerar. Nunca
profundizaremos bastante en este misterio inefable; nunca podremos agradecer
suficientemente a Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado con la
Trinidad Beatísima.
Amigos de Dios, 276