Evangelio (Lc 12, 8-12)
Os digo, pues: Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios, pero si uno me niega ante los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.
Todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre podrá ser perdonado, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando os conduzcan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué razones os defenderéis o de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir».
Comentario
Hoy leemos, en el Evangelio, unas palabras de Jesús que pueden suscitar interrogantes a quienes las leen: “al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará”.
El dicho del Señor es de una enorme profundidad y difícil de entender. En cualquier caso, subraya la centralidad del Espíritu Santo. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo”[1].
Acoger al Espíritu Santo es acoger la vida. Rechazar el Espíritu Santo es rechazar la vida. No es que no haya perdón por parte del Señor, sino que al rechazar al Espíritu Santo se rechaza la salvación.
Y, al acoger al Espíritu Santo se acoge la salvación. Como dijo en una ocasión san Juan XXIII: “¡Oh, cada uno de los santos es una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo!”[2].
Hagamos nuestro el consejo de san Josemaría: «Frecuenta el trato del Espíritu Santo –el Gran Desconocido– que es quien te ha de santificar»[3].
Es, como nos dice Jesús, el que nos enseña todo: “El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir”.
El Paráclito nos va guiando por la vida para que luchemos por hacer el mayor bien que podamos. Porque como enseña san Pablo: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado” (Romanos 5, 5). El modo más habitual de su actuación son sus inspiraciones que se escuchan en la intimidad del corazón. Muchas veces serán cosas pequeñas: una pequeña mortificación, una sonrisa, acabar bien un trabajo, etc. Así nos va guiando a la plenitud de la vida cristiana.
PARA TU ORACION PERSONAL
Una realidad actual
La venida solemne del Espíritu en el día de Pentecostés no fue un suceso aislado. Apenas hay una página de los Hechos de los Apóstoles en la que no se nos hable de El y de la acción por la que guía, dirige y anima la vida y las obras de la primitiva comunidad cristiana: El es quien inspira la predicación de San Pedro (Cfr. Hch 4,8), quien confirma en su fe a los discípulos(Cfr. Hch 4,31), quien sella con su presencia la llamada dirigida a los gentiles (Cfr. Hch 10,44-47), quien envía a Saulo y a Bernabé hacia tierras lejanas para abrir nuevos caminos a la enseñanza de Jesús (Cfr. Hch 13,2-4). En una palabra, su presencia y su actuación lo dominan todo.
Esa realidad profunda que nos da a conocer el texto de la Escritura Santa, no es un recuerdo del pasado, una edad de oro de la Iglesia que quedó atrás en la historia. Es, por encima de las miserias y de los pecados de cada uno de nosotros, la realidad también de la Iglesia de hoy y de la Iglesia de todos los tiempos. Yo rogaré al Padre –anunció el Señor a sus discípulos– y os dará otro Consolador para que esté con vosotros eternamente (Jn 14,16). Jesús ha mantenido sus promesas: ha resucitado, ha subido a los cielos y, en unión con el Eterno Padre, nos envía el Espíritu Santo para que nos santifique y nos dé la vida.
Es Cristo que pasa, 127-128
Vivir según el Espíritu Santo
Vivir según el Espíritu Santo es vivir de fe, de esperanza, de caridad; dejar que Dios tome posesión de nosotros y cambie de raíz nuestros corazones, para hacerlos a su medida. Una vida cristiana madura, honda y recia, es algo que no se improvisa, porque es el fruto del crecimiento en nosotros de la gracia de Dios. En los Hechos de los Apóstoles, se describe la situación de la primitiva comunidad cristiana con una frase breve, pero llena de sentido: perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles, en la comunicación de la fracción del pan y en la oración (Hch 2,42) (...).
No hay cristianos de segunda categoría, obligados a poner en práctica sólo una versión rebajada del Evangelio: todos hemos recibido el mismo Bautismo y, si bien existe una amplia diversidad de carismas y de situaciones humanas, uno mismo es el Espíritu que distribuye los dones divinos, una misma la fe, una misma la esperanza, una la caridad (Cfr. 1 Co 12,4-6 y 13,1-13).
Podemos, por tanto, tomar como dirigida a nosotros la pregunta que formula el Apóstol: ¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo mora en vosotros? (1 Co 3,16), y recibirla como una invitación a un trato más personal y directo con Dios. Por desgracia el Paráclito es, para algunos cristianos, el Gran Desconocido: un nombre que se pronuncia, pero que no es Alguno –una de las tres Personas del único Dios–, con quien se habla y de quien se vive.
Hace falta –en cambio– que lo tratemos con asidua sencillez y con confianza, como nos enseña a hacerlo la Iglesia a través de la liturgia. Entonces conoceremos más a Nuestro Señor y, al mismo tiempo, nos daremos cuenta más plena del inmenso don que supone llamarse cristianos: advertiremos toda la grandeza y toda la verdad de ese endiosamiento, de esa participación en la vida divina, a la que ya antes me refería.
Es Cristo que pasa, 134
¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es una de las tres personas de la Santísima Trinidad. Es Dios con el Padre y el Hijo y con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, como señala desde antiguo el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela. Catecismo de la Iglesia Católica 687-689
Textos de san Josemaría para meditar
El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales! Amigos de Dios, 306
Los discípulos, que ya eran testigos de la gloria del Resucitado, experimentaron en sí la fuerza del Espíritu Santo: sus inteligencias y sus corazones se abrieron a una luz nueva. Habían seguido a Cristo y acogido con fe sus enseñanzas, pero no acertaban siempre a penetrar del todo su sentido: era necesario que llegara el Espíritu de verdad, que les hiciera comprender todas las cosas. Sabían que sólo en Jesús podían encontrar palabras de vida eterna, y estaban dispuestos a seguirle y a dar la vida por El, pero eran débiles y, cuando llegó la hora de la prueba, huyeron, lo dejaron solo. El día de Pentecostés todo eso ha pasado: el Espíritu Santo, que es espíritu de fortaleza, los ha hecho firmes, seguros, audaces. La palabra de los Apóstoles resuena recia y vibrante por las calles y plazas de Jerusalén. Es Cristo que pasa, 127
3. ¿Cuál es el nombre propio y los apelativos del Espíritu Santo?
El término "Espíritu" traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significasoplo, aire, viento. Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero,uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje teológico designan la personainefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los términos.
Los apelativos del Espíritu Santo
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", abogado."Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador". Jesús también llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad". Además de su nombre propio, que es el más empleado, en el libro de los Hechos y en las cartas de los Apóstoles se encuentran otros apelativos. San Pablo se refiere a Él como el Espíritu de la promesa, el Espíritu de adopción, el Espíritu de Cristo, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios, y en San Pedro, el Espíritu de gloria. Catecismo de la Iglesia Católica 691-693
Textos de san Josemaría para meditar
Frecuenta el trato del Espíritu Santo —el Gran Desconocido— que es quien te ha de santificar. No olvides que eres templo de Dios. —El Paráclito está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones. Camino, 57
4. ¿Qué símbolos del Espíritu Santo hay en la Sagrada Escritura?
El agua del Bautismo significa la acción del Espíritu Santo en el alma. El fuego porque en forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de El. La tradición espiritual conserva este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo. La Paloma porque cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre Él. Es la imagen más utilizada en el arte para representar a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Catecismo de la Iglesia Católica 694-701
Textos de san Josemaría para meditar
Siempre llevaba, como registro en los libros que le servían de lectura, una tira de papel con este lema, escrito en amplios y enérgicos caracteres: Ure igne Sancti Spiritus! —Se diría que, en lugar de escribir, grababa: ¡quema con el fuego del Espíritu Santo! Esculpido en tu alma y encendido en tu boca y prendido en tus obras, cristiano, querría dejar yo ese fuego divino. Forja, 923
Sequedad interior no es tibieza. En el tibio, el agua de la gracia no empapa, resbala... En cambio, hay secanos en apariencia áridos que, con pocas gotas de lluvia, se colman a su tiempo de flores y de sabrosos frutos. Por eso, ¿cuándo nos convenceremos?: ¡qué importancia tiene la docilidad a las llamadas divinas de cada instante, porque Dios nos espera precisamente ahí! Forja, 224
5. ¿Qué misión tiene Jesucristo y el Espíritu Santo en la historia de la Redención?
Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta después de su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será alimento para la vida del mundo. Lo sugiere también a Nicodemo, a la Samaritana y a losque participan en la fiesta de los Tabernáculos. A sus discípulos les habla de él abiertamente apropósito de la oración: lo recoge san Lucas en el versículo 11 de su Evangelio: "Si voostros que sois malos, sabeis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan». Y cuando les explica el testimonio que tendrán que dar dice:"Cuando seais arrestados, no os preocupeis por lo que habéis de decir, ni cómo habéis de hablar. Llegado ese momento, se os comunicará lo que tengais que decir.Pues no series vosotros los que hablareis, sino el Espíritu del Padre el que hablará por vosotros”. Catecismo de la Iglesia Católica 689-690
Textos de san Josemaría para meditar
Nuestro Señor Jesús lo quiere: es preciso seguirle de cerca. No hay otro camino. Esa es la obra del Espíritu Santo en cada alma —en la tuya—: sé dócil, no opongas obstáculos a Dios, hasta que haga de tu pobre carne un Crucifijo. Surco, 978
También nosotros, como aquellos primeros que se acercaron a San Pedro en el día de Pentecostés, hemos sido bautizados. En el bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo. El Señor, nos dice la Escritura Santa, nos ha salvado haciéndonos renacer por el bautismo, renovándonos por el Espíritu Santo, que El derramó copiosamente sobre nosotros por Jesucristo Salvador nuestro, para que, justificados por la gracia, vengamos a ser herederos de la vida eterna conforme a la esperanza que tenemos. Es Cristo que pasa, 128
6. ¿Cómo actúa el Espíritu Santo en la vida del cristiano?
"Nadie puede decir: '¡Jesús es Señor!' sino por influjo del Espíritu Santo", dice san Pablo en la Epístola a los Corintios. Y en la Epístola a los Gálatas: "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!". El conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo, con la Trinidad Beatísima viene a inhabitar en el alma por el sacramento del Baustimo. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que supone conocer al único Dios verdadero, y a su enviado, Jesucristo. Catecismo de la Iglesia Católica 737-742
Textos de san Josemaría para meditar
Vale la pena jugarse la vida, entregarse por entero, para corresponder al amor y a la confianza que Dios deposita en nosotros. Vale la pena, ante todo, que nos decidamos a tomar en serio nuestra fe cristiana. Al recitar el Credo, profesamos creer en Dios Padre todopoderoso, en su Hijo Jesucristo que murió y fue resucitado, en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Confesamos que la Iglesia, una santa, católica y apostólica, es el cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Nos alegramos ante la remisión de los pecados, y ante la esperanza de la resurrección futura. Pero, esas verdades ¿penetran hasta lo hondo del corazón o se quedan quizá en los labios? El mensaje divino de victoria, de alegría y de paz de la Pentecostés debe ser el fundamento inquebrantable en el modo de pensar, de reaccionar y de vivir de todo cristiano. Es Cristo que pasa, 129
Un razonamiento que lleva a la paz y que el Espíritu Santo da hecho a los que quieren la Voluntad de Dios: Dominus regit me, et nihil mihi deerit —el Señor me gobierna, nada me faltará. ¿Qué puede inquietar a un alma que repita de verdad esas palabras? Camino, 760
7. ¿Qué son los dones del Espíritu Santo? ¿Cuáles son?
Los dones del Espíritu Santo infundidos en el alma del cristiano llevan a la perfección las virtudes y hacen a los fieles dóciles para seguir con prontitud y amor, en su actuar diario, las inspiraciones divinas. Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Catecismo de la Iglesia Católica 1830-1831
Textos de san Josemaría para meditar
La Tercera Persona de la Trinidad Beatísima -dulce huésped del alma- regala sus dones: don de sabiduría, de entendimiento, de consejo, de fortaleza, de ciencia, de piedad, de temor de Dios. Amigos de Dios, 92
El Espíritu Santo, con el don de piedad, nos ayuda a considerarnos con certeza hijos de Dios. Y los hijos de Dios, ¿por qué vamos a estar tristes? La tristeza es la escoria del egoísmo; si queremos vivir para el Señor, no nos faltará la alegría, aunque descubramos nuestros errores y nuestras miserias. La alegría se mete en la vida de oración, hasta que no nos queda más remedio que romper a cantar: porque amamos, y cantar es cosa de enamorados. Amigos de Dios, 92
Entre los dones del Espíritu Santo, diría que hay uno del que tenemos especial necesidad todos los cristianos: el don de sabiduría que, al hacernos conocer a Dios y gustar de Dios, nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdad sobre las situaciones y las cosas de esta vida. (…) No es que el cristiano no advierta todo lo bueno que hay en la humanidad, que no aprecie las limpias alegrías, que no participe en los afanes e ideales terrenos. Por el contrario, siente todo eso desde lo más recóndito de su alma, y lo comparte y lo vive con especial hondura, ya que conoce mejor que hombre alguno las profundidades del espíritu humano. Es Cristo que pasa 133
8. ¿Por qué se dice que el Espíritu Santo preparó a María con su gracia?
El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia" la Madre de Aquel en quien "reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente". En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe. En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios". Catecismo de la Iglesia Católica 721-726
Textos de san Josemaría para meditar
Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen a la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado. —¡Aprovéchate de ese poder! y, con atrevimiento filial, únete a esa fiesta del Cielo. —Yo, a la Madre de Dios y Madre mía, la corono con mis miserias purificadas, porque no tengo piedras preciosas ni virtudes. —¡Anímate! Forja 285
María se muestra santamente transformada, en su corazón purísimo, ante la humildad de Dios: el Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por cuya causa el santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios. La humildad de la Virgen es consecuencia de ese abismo insondable de gracia, que se opera con la Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima en las entrañas de su Madre siempre Inmaculada. Amigos de Dios, 96
Para saber más: Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), capítulo tercero: Creo en el Espíritu Santo, nn 683-686