Evangelio (Mt 11, 16-19)
«¿Con quién voy a comparar a esta generación? Se parece a unos niños que se sientan en las plazas y les reprochan a sus compañeros:
«Hemos tocado para vosotros la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis hecho duelo».
Porque ha venido Juan, que no come ni bebe y dicen: «Tiene un demonio». Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: «Mirad un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores».
Pero la sabiduría queda acreditada por sus propias obras.
Comentario
En este pasaje del Evangelio Jesús les reprocha a aquellos que escuchaban su predicación y veían su conducta, que nada de lo que él hiciera les parecía bien: acusaban a Juan de “que no come ni bebe” y a Jesús de ser un “comilón y bebedor”. Por ello, Jesús terminará remitiéndose a sus “obras” (v. 19): serán ellas las que acrediten la verdad de su ser y de su misión.
En ocasiones nuestro corazón puede llegar a asemejarse al de estos contemporáneos del Señor, si en nuestro corazón no tenemos la profunda determinación de cumplir la voluntad de Dios. Si carecemos de esa disposición interior nunca serán suficientes las luces en la oración ni los argumentos que nos ayuden a seguir el querer divino.
Por el contrario, cuando en verdad queremos que la voluntad de Dios se cumpla en nuestra vida qué fácil brotan en nuestra oración determinaciones de arrancar aquello que no va y que sabemos que ofende a Dios. Y también surgen los deseos de crecer en generosidad y en el amor a Dios; tendremos las luces suficientes para entregarnos del todo al querer de Dios.
PARA TU ORACION PERSONAL
Josemaría Escrivá de Balaguer estuvo en Loreto por primera vez los días 3 y 4 de enero de 1948. Pero el motivo por el que el fundador del Opus Dei se consideraba especialmente en deuda con la Virgen de Loreto responde a una gravísima necesidad.
En la tarde del 3 de enero llegaron a Loreto san Josemaría, don Álvaro del Portillo, Salvador Moret Bondía e Ignacio Sallent Casas. Hicieron la oración en el recinto de la Casa de Nazaret, dentro del Santuario. Al salir del templo, el Padre preguntó a don Álvaro:
— ¿Qué has dicho a la Virgen?
— «¿Quiere que se lo diga?» Y, ante un gesto del Padre, contestó:
— «Pues he repetido lo de siempre, pero como si fuera la primera vez. Le he dicho: te pido lo que te pida el Padre».
«Me parece muy bien lo que has dicho —le comentó más tarde san Josemaría—. Repítelo muchas veces».
Josemaría Escrivá de Balaguer estuvo en Loreto por primera vez los días 3 y 4 de enero de 1948. Pero el motivo por el que el fundador del Opus Dei se consideraba especialmente en deuda con la Virgen de Loreto responde a una gravísima necesidad. Los años 50 fueron de mucho sufrimiento para san Josemaría, por incomprensiones y conflictos. En medio de estas dificultades, decidió ir a Loreto para ponerse al amparo de la Virgen.
La fiesta de Nuestra Señora de Loreto se celebra el 10 de diciembre. Foto: Vatican News
Un viaje especial: 15 de agosto de 1951
“El día 14 de agosto de 1951 decide salir por carretera hacia Loreto –narra Ana Sastre*– para estar allí el día 15, y consagrar el Opus Dei a la Santísima Virgen. El calor es sofocante y la sed se dejará sentir durante todo el trayecto. No había autopista. La carretera corre entre valles, se empina para escalar los Apeninos y desciende, en la última parte, hasta llegar al Adriático”.
“Según una tradición multisecular, desde 1294 la Santa Casa de Nazaret está en la colina de Loreto, bajo el crucero de la Basílica edificada con posterioridad. Es rectangular, con muros de unos cuatro metros y medio de altura. Una pared es de factura moderna, pero las otras, desprovistas de cimientos, ennegrecidas por el humo de los cirios, son según la tradición las de la Casa de Nazareth. Su estructura y la formación geológica de los materiales no tienen parecido alguno con los caracteres de la antigua arquitectura de la zona: es perfectamente análoga a las construcciones que se realizaban en Palestina hace veinte siglos: sillares de piedra arenosa, que utilizaban la cal como elemento de unión.
El Santuario se apoya sobre una loma cubierta de laureles, de ahí el nombre. Aparcan en la plaza Central y el Padre sale rápidamente del coche. Durante quince o veinte minutos, le pierden entre la gente que llena la Basílica. Al fin sale, después de saludar a la Virgen, sonriente y animoso. Son las siete y media y hay que volver a Ancona para pasar la noche.
A la mañana siguiente, antes de que el sol se deje caer con aplomo, vuelven a la carretera. A pesar de lo temprana que es la hora, el Santuario está repleto. El Padre se reviste en la sacristía y avanza hacia el altar de la Casa de Nazaret para celebrar la Misa. El pequeño recinto está atestado y el calor es sofocante”.
La Santa Misa
“Bajo las lámparas votivas, quiere oficiar la Liturgia con toda devoción. Pero no ha contado con el fervor de la muchedumbre en este día de fiesta: «Mientras besaba yo el altar cuando lo prescriben las rúbricas de la Misa, tres o cuatro campesinas lo besaban a la vez. Estuve distraído, pero me emocionaba. Atraía también mi atención el pensamiento de que en aquella Santa Casa -que la tradición asegura que es el lugar donde vivieron Jesús, María y José-, encima de la mesa del altar, han puesto estas palabras: Hic Verbum caro factum est. Aquí, en una casa construida por la mano de los hombres, en un pedazo de la tierra en que vivimos, habitó Dios» (Es Cristo que pasa, 12).
El fundador del Opus Dei con Mons. Alvaro del Portillo delante de la Santa Casa
Durante la Misa, sin fórmula alguna pero con palabras llenas de fe, el Padre hace la consagración del Opus Dei a la Señora. Y, después, hablando en voz baja a los que están a su lado, vuelve a repetirla en nombre de todo el Opus Dei: «Te consagramos nuestro ser y nuestra vida; todo lo nuestro: lo que amamos y somos. Para ti nuestros cuerpos, nuestros corazones y nuestras almas; tuyos somos. Y para que esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy a tus pies, Señora, la entrega que hicimos a Dios en el Opus Dei . Infunde en nosotros amor grande a la Iglesia y al Papa, y haznos vivir plenamente sumisos a todas sus enseñanzas» (RHF 20755, p. 450).
Una invocación a la Virgen
El Padre ha salido de Roma visiblemente cansado. Pero, al volver, parece renovado. Como si todo obstáculo acabara de pulverizarse en el camino de Dios. Hace unas semanas que ha propuesto a sus hijos e hijas una invocación dirigida a la Madre de Jesús para que la repitan continuamente Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Corazón dulcísimo de María, ¡prepáranos un camino seguro!
Basílica de la Santa Casa
Las rutas del Opus Dei siempre estarán precedidas por la sonrisa y el amor de la Virgen. Una vez más, el Fundador se ha movido en las coordenadas de la fe. Pone los medios humanos, pero confía en la intervención decisiva de lo alto. «Dios es el de siempre. -Hombres de fe hacen falta: y se renovarán los prodigios que leemos en la Santa Escritura». Ecce non est abbreviata manus Domini -¡El brazo de Dios, su poder, no se ha empequeñecido! (Camino, 586)”
Fue a la Santa Casa otras seis veces: 7-XI-1953, 12-V-1955, 8-V-1960, 22-IV-1969, 8-V-1969 y la última el 22-IV-1971. El 9 de diciembre de 1973, víspera de la fiesta de la Virgen de Loreto, dijo «Todas las imágenes, todos los nombres, todas las advocaciones que el pueblo cristiano da a Santa Maria, a mí me parecen maravillosas. Pero en Loreto soy especialmente deudor de Nuestra Señora».