"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

28 de octubre de 2021

APOSTOLES Simón y Judas Tadeo

 


Evangelio (Lc 6, 12-19)


“En aquellos días salió al monte a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de entre ellos eligió a doce, a los que denominó apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro, y a su hermano Andrés, a Santiago y a Juan, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Santiago de Alfeo, a Simón, llamado Zelotes, a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor”.


Comentario


Al igualque en otras ocasiones, el evangelio de hoy nos muestra la conducta del Señor antes de algún acontecimiento importante: se retira a orar. En este caso pasa la noche en oración. “Cuando se hizo de día” reunió a los discípulos y, de entre ellos, eligió a los doce apóstoles. Ellos serán los testigos de las obras de Jesús y los que le darán continuidad.


El día de hoy celebramos a dos de esos doce elegidos: a Simón y Judas Tadeo (sólo Lucas lo llama Judas de Santiago, a diferencia de Mateo y Marcos que lo llaman Tadeo). Es notable la diferencia que se hace entre los discípulos y el grupo de los doce, de los Apóstoles. Será sobre ellos, sobre esas doce columnas, sobre las que el Señor articulará y construirá su Iglesia.


El Señor elige a los Apóstoles y les da el poder de continuar con la obra de la salvación, y los envía, como recuerda el Concilio Vaticano II, «a todos los pueblos para que, participando de su potestad, hicieran a todos los pueblos sus discípulos, los santificaran y los gobernaran, y así extendieran la Iglesia y estuvieran al servicio de ella como pastores bajo la dirección del Señor, todos los días hasta el fin del mundo»[1].


La fiesta y el evangelio del día de hoy nos puede servir para aumentar nuestro amor a la Iglesia de Cristo, que es apostólica porque ha sido fundada sobre los doce apóstoles; quienes, desde el comienzo, instituyeron a sus sucesores –los obispos–.


PARA TU ORACION PERSONAL


Queridos hermanos y hermanas:En el Credo decimos que la Iglesia es «apostólica», expresando así el profundo vínculo que tiene con los Doce Apóstoles, a los que Jesús llamó para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar. «Apóstol» es una palabra griega que significa «mandado», «enviado». Y aplicada a la Iglesia, puede tener tres significados. En primer lugar, la Iglesia es apostólica porque está edificada sobre el cimiento de los Apóstoles, sobre su testimonio y sobre la autoridad que Cristo mismo les ha dado.En segundo lugar, la Iglesia es apostólica porque «guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los Apóstoles», conserva el precioso tesoro de la Sagrada Escritura, los Sacramentos que nos permiten ser fieles a Cristo y participar de su misma vida. Y, en tercer lugar, la Iglesia es apostólica porque en ella pervive el mandato misionero que el Señor confió a sus Apóstoles. La Iglesia continúa en la historia la tarea de llevar el Evangelio a todo el mundo. 

PAPA FRANCISCO


Sucedió en aquellos días que salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó Apóstoles: a Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, y a su hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, Santiago de Alfeo y a Simón, llamado Zelotes, a Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor (Lc 6, 12-16) .


“A mí me anima considerar un precedente narrado, paso a paso, en las páginas del Evangelio: la vocación de los primeros doce. Vamos a meditarla despacio, rogando a esos santos testigos del Señor que sepamos seguir a Cristo como ellos lo hicieron.


Aquellos primeros apóstoles –a los que tengo gran devoción y cariño– eran, según los criterios humanos, poca cosa. En cuanto a posición social, con excepción de Mateo, que seguramente se ganaba bien la vida y que dejó todo cuando Jesús se lo pidió, eran pescadores: vivían al día, bregando de noche, para poder lograr el sustento.


Pero la posición social es lo de menos. No eran cultos, ni siquiera muy inteligentes, al menos en lo que se refiere a las realidades sobrenaturales. Incluso los ejemplos y las comparaciones más sencillas les resultaban incomprensibles, y acudían al Maestro: Domine, edissere nobis parabolam [i], Señor, explícanos la parábola. Cuando Jesús, con una imagen, alude al fermento de los fariseos, entienden que les está recriminando por no haber comprado pan [ii].


Pobres, ignorantes. Y ni siquiera sencillos, llanos. Dentro de su limitación, eran ambiciosos. Muchas veces discuten sobre quién sería el mayor, cuando –según su mentalidad– Cristo instaurase en la tierra el reino definitivo de Israel. Discuten y se acaloran durante ese momento sublime, en el que Jesús está a punto de inmolarse por la humanidad: en la intimidad del Cenáculo [iii].


Fe, poca. El mismo Jesucristo lo dice [iv]. Han visto resucitar muertos, curar toda clase de enfermedades, multiplicar el pan y los peces, calmar tempestades, echar demonios. San Pedro, escogido como cabeza, es el único que sabe responder prontamente: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo [v]. Pero es una fe que él interpreta a su manera, por eso se permite encararse con Jesucristo para que no se entregue en redención por los hombres. Y Jesús tiene que contestarle: apártate de mí, Satanás, que me escandalizas, porque no entiendes las cosas de Dios, sino las de los hombres [vi] (…).


Aquellos hombres de poca fe, ¿sobresalían quizá en el amor a Cristo? Sin duda lo amaban, al menos de palabra. A veces se dejan arrebatar por el entusiasmo: vamos y muramos con El [vii]. Pero a la hora de la verdad huirán todos, menos Juan, que de veras amaba con obras. Sólo este adolescente, el más joven de los apóstoles, permanece junto a la Cruz. Los demás no sentían ese amor tan fuerte como la muerte [viii].


Estos eran los Discípulos elegidos por el Señor; así los escoge Cristo; así aparecían antes de que, llenos del Espíritu Santo, se convirtieran en columnas de la Iglesia (cfr. Gal II, 9.). Son hombres corrientes, con defectos, con debilidades, con la palabra más larga que las obras. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres (Mt IV, 19), corredentores, administradores de la gracia de Dios.


Algo semejante ha sucedido con nosotros”.

San Josemaría


1. ¿Qué es la Iglesia?


La palabra "Iglesia" significa "convocación”. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo (cf. Éxodo, 19). Dándose a sí misma el nombre de "Iglesia", la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su Pueblo desde todos los confines de la tierra.


En el lenguaje cristiano, la palabra "Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también la comunidad local o toda la comunidad universal de los creyentes. La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo. Catecismo de la Iglesia Católica 751-752


Textos de san Josemaría para meditar


Lo más importante en la Iglesia no es ver cómo respondemos los hombres, sino ver lo que hace Dios. La Iglesia es eso: Cristo presente entre nosotros; Dios que viene hacia la humanidad para salvarla, llamándonos con su revelación, santificándonos con su gracia, sosteniéndonos con su ayuda constante, en los pequeños y en los grandes combates de la vida diaria. Es Cristo que pasa, 131


Personas de diversas naciones, de distintas razas, de muy diferentes ambientes y profesiones... Al hablarles de Dios, palpas el valor humano y sobrenatural de tu vocación de apóstol. Es como si revivieras, en su realidad total, el milagro de la primera predicación de los discípulos del Señor: frases dichas en lengua extraña, mostrando un camino nuevo, han sido oídas por cada uno en el fondo de su corazón, en su propia lengua. Y por tu cabeza pasa, tomando nueva vida, la escena de que “partos, medos y elamitas...” se han acercado felices a Dios. Surco, 186


2. ¿Por qué nació la Iglesia?


Dios Padre creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina a la cual llama a todos los hombres a través de su Hijo Jesucristo: "Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia".


Esta "familia de Dios" se constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la historia humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos" (Lumen Gentium, 2). Catecismo de la Iglesia Católica, 759


Textos de san Josemaría para meditar


Amemos al Señor, Nuestro Dios; amemos a su Iglesia escribe San Agustín. A Él como un Padre; a Ella, como a una madre. (…) ¿De qué sirve no ofender al Padre si Él vengará a la Madre, a quien ofendéis? (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos 88, 2, 14; PL 37, 1140). Y San Cipriano había declarado brevemente: no puede tener a Dios como Padre, quien no tiene a la Iglesia como Madre (S. Cipriano, o.c.; PL 4, 502). Amar a la Iglesia, 13


Lo mismo sucede en la vida de las instituciones, singularísimamente en la vida de la Iglesia, que obedece no a un precario proyecto del hombre, sino a un designio de Dios. La Redención, la salvación del mundo, es obra de la amorosa y filial fidelidad de Jesucristo —y de nosotros con Él— a la voluntad del Padre celestial que le envió. Conversaciones, 1


La Iglesia es de Dios, y pretende un solo fin: la salvación de las almas. Acerquémonos al Señor, hablemos con Él en la oración cara a cara, pidámosle perdón por nuestras miserias personales y reparemos por nuestros pecados y por los de los demás hombres, que quizá -en este clima de confusión- no aciertan a advertir con cuánta gravedad están ofendiendo a Dios. Amar a la Iglesia, 17


3. ¿Pero quién fundó la Iglesia?


Corresponde al Hijo, Jesucristo, realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos; ese es el motivo de su "misión". "El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras". Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio".


"Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo". Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino". Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (Lumen Gentium, 3)


Textos de san Josemaría para meditar


Cristo ha dado a su Iglesia la seguridad de la doctrina, la corriente de gracia de los Sacramentos; y ha dispuesto que haya personas para orientar, para conducir, para traer a la memoria constantemente el camino. Disponemos de un tesoro infinito de ciencia: la Palabra de Dios, custodiada en la Iglesia; la gracia de Cristo, que se administra en los Sacramentos; el testimonio y el ejemplo de quienes viven rectamente junto a nosotros, y que han sabido construir con sus vidas un camino de fidelidad a Dios. Es Cristo que pasa, 34


Hazte cada día más "romano", ama esa condición bendita, que adorna a los hijos de la única y verdadera Iglesia, puesto que así lo ha querido Jesucristo. Forja, 586


Cristo vive en su Iglesia. "Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si yo no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros, pero si me voy, os lo enviaré". Esos eran los designios de Dios: Jesús, muriendo en la Cruz, nos daba el Espíritu de Verdad y de Vida. Cristo permanece en su Iglesia: en sus sacramentos, en su liturgia, en su predicación, en toda su actividad. Es Cristo que pasa, 102


4. ¿Cómo continúa la misión de Cristo a lo largo de la historia?


El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza; puesto que representan a las doce tribus de Israel, ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén. Los Doce y los otros discípulos participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte. Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.

Catecismo de la Iglesia Católica, 763-765


Como se narra en los Hechos de los Apóstoles, los doce apóstoles son el signo más evidente de la voluntad de Jesús sobre la existencia y la misión de su Iglesia, la garantía de que entre Cristo y la Iglesia no hay contraposición: son inseparables, a pesar de los pecados de los hombres que componen la Iglesia.


Los apóstoles eran conscientes, porque así lo habían recibido de Jesús, de que su misión habría de perpetuarse. Por eso se preocuparon de encontrar sucesores con el fin de que la misión que les había sido confiada continuase tras su muerte, como lo testimonia el libro de los Hechos de los Apóstoles. Dejaron una comunidad estructurada a través del ministerio apostólico, bajo la guía de los pastores legítimos, que la edifican y la sostienen en la comunión con Cristo y el Espíritu Santo en la que todos los hombres están llamados a experimentar la salvación ofrecida por el Padre.


Textos de san Josemaría para meditar


Pero, ¿qué es la Iglesia? ¿dónde está la Iglesia? Muchos cristianos, aturdidos y desorientados, no reciben respuesta segura a estas preguntas, y llegan quizá a pensar que aquellas que el Magisterio ha formulado por siglos -y que los buenos Catecismos proponían con esencial precisión y sencillez- han quedado superadas y han de ser substituidas por otras nuevas. (…)


La Iglesia, hoy, es la misma que fundó Cristo, y no puede ser otra. Los Apóstoles y sus sucesores son vicarios de Dios para el régimen de la Iglesia, fundamentada en la fe y en los Sacramentos de la fe. Y así como no les es lícito establecer otra Iglesia, tampoco pueden transmitir otra Fe ni instituir otros Sacramentos; sino que, por los Sacramentos que brotaron del costado de Cristo pendiente en la Cruz, ha sido construida la Iglesia (Santo Tomás, S. Th. III, q.64, a.2 ad 3).


La Iglesia ha de ser reconocida por aquellas cuatro notas, que se expresan en la confesión de fe de uno de los primeros Concilios, como las rezamos en el Credo de la Misa: Una sola Iglesia, Santa, Católica y Apostólica (Símbolo constantinopolitano). Esas son las propiedades esenciales de la Iglesia, que derivan de su naturaleza, tal como la quiso Cristo. Y, al ser esenciales, son también notas, signos que la distinguen de cualquier otro tipo de reunión humana, aunque en estas otras se oiga pronunciar también el nombre de Cristo. Amar a la Iglesia, 19


5. ¿Quiénes forman parte de la Iglesia?


En las cartas de San Pablo se concibe a los miembros de la Iglesia como «conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús» (Efesios 2,19-20).


"Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo" (Código Derecho Canónico, can. 204, 1; cf. Lumen Gentium, 31).


"Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo" (Código Derecho Canónico can. 208; cf. Lumen Gentium, 32). Catecismo de la Iglesia Católica 871-872


Textos de san Josemaría para meditar


La llamada de Dios, el carácter bautismal y la gracia, hacen que cada cristiano pueda y deba encarnar plenamente la fe. Cada cristiano debe ser alter Christus, ipse Christus, presente entre los hombres. (...) Es necesario volver a dar toda su importancia al hecho de haber recibido el santo Bautismo, es decir, de haber sido injertado, mediante ese sacramento, en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia... El ser cristiano, el haber recibido el Bautismo, no debe ser considerado como indiferente o sin valor, sino que debe marcar profunda y dichosamente la conciencia de todo bautizado. Conversaciones, 58


Seguramente también vosotros, al ver en estos días a tantos cristianos que expresan de mil formas diversas su cariño a la Virgen Santa María, os sentís más dentro de la Iglesia, más hermanos de todos esos hermanos vuestros. Es como una reunión de familia, cuando los hijos mayores, que la vida ha separado, vuelven a encontrarse junto a su madre, con ocasión de alguna fiesta. Y, si alguna vez han discutido entre sí y se han tratado mal, aquel día no; aquel día se sienten unidos, se reconocen todos en el afecto común. Es Cristo que pasa, 139


6. ¿Hace falta pertenecer a la Iglesia para salvarse?


Cristo es Él mismo el Misterio de la salvación. La obra salvífica de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene, por tanto, y comunica la gracia invisible que ella significa. En este sentido analógico, la Iglesia es llamada "sacramento":


"La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano "(Lumen Gentium 1): Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e instrumento" de la plena realización de esta unidad que aún está por venir.


Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo para la “redención universal" (Lumen Gentium 9). Así, Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre" (Gaudium et spes 45, 1). Dicho de otro modo, la Iglesia "es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad". Catecismo de la Iglesia Católica, 749; 774-776


Textos de san Josemaría para meditar


En la Iglesia hay diversidad de ministerios, pero uno sólo es el fin: la santificación de los hombres. Y en esta tarea participan de algún modo todos los cristianos, por el carácter recibido con los Sacramentos del Bautismo y de la Confirmación. Todos hemos de sentirnos responsables de esa misión de la Iglesia, que es la misión de Cristo. El que no tiene celo por la salvación de las almas, el que no procura con todas sus fuerzas que el nombre y la doctrina de Cristo sean conocidos y amables, no comprenderá la apostolicidad de la Iglesia. Amar a la Iglesia, 32


La Iglesia no tiene por qué empeñarse en agradar a los hombres, ya que los hombres -ni solos, ni en comunidad- darán nunca la salvación eterna: el que salva es Dios. Amar a la Iglesia, 12


Nuestro Señor Jesucristo, que funda la Iglesia Santa, espera que los miembros de este pueblo se empeñen continuamente en adquirir la santidad. No todos responden con lealtad a su llamada. Y en la Esposa de Cristo se perciben, al mismo tiempo, la maravilla del camino de salvación y las miserias de los que lo atraviesan. Amar a la Iglesia, 23


7. ¿Cuál es la identidad de los cristianos, del Pueblo de Dios?


El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:


— Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa" (1 P 2, 9).


— Se llega a ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.


— Este pueblo tiene por Cabeza a Jesús el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".


— "La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo" (Lumen Gentium 9).


— "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo mismo nos amó (cf.Jn 13, 34)". Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).


— Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo (cf. Mt 5, 13-16). "Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano".


— "Su destino es el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve también a su perfección". Catecismo de la Iglesia Católica, 782


Textos de san Josemaría para meditar

Al traerte a la Iglesia, el Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. —No lo olvides. Forja, 264


Dios está metido en el centro de tu alma, de la mía, y en la de todos los hombres en gracia. Y está para algo: para que tengamos más sal, y para que adquiramos mucha luz, y para que sepamos repartir esos dones de Dios, cada uno desde su puesto. ¿Y cómo podremos repartir esos dones de Dios? Con humildad, con piedad, bien unidos a nuestra Madre la Iglesia.

—¿Te acuerdas de la vid y de los sarmientos? ¡Qué fecundidad la del sarmiento unido a la vid! ¡Qué racimos generosos! ¡Y qué esterilidad la del sarmiento separado, que se seca y pierde la vida! Forja, 932


Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: “multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una —la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. —Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración! Forja, 632


8. ¿Cuál es la misión de la Iglesia?


La Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt 28, 19-20; Ad gentes 2,5-6).


Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos" (Lumen Gentium 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios.


La Iglesia "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo" (Lumen Gentium 48), cuando Cristo vuelva glorioso. Hasta ese día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" (San Agustín, De civitate Dei 18, 51; cf. Lumen Gentium 8). Catecismo de la Iglesia Católica, 767-769


Textos de san Josemaría para meditar

¡Qué bondad la de Cristo al dejar a su Iglesia los Sacramentos! —Son remedio para cada necesidad. —Venéralos y queda, al Señor y a su Iglesia, muy agradecido. Camino, 521


Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia. —Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: ¡un solo apostolado! Forja, 638


Un cristiano no puede detenerse sólo en problemas personales, ya que ha de vivir de cara a la Iglesia universal, pensando en la salvación de todas las almas. Es Cristo que pasa, 145


Universalidad de la caridad significa, por eso, universalidad del apostolado; traducción en obras y de verdad, por nuestra parte, del gran empeño de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Amigos de Dios, 230


9. ¿Qué características tiene la Iglesia?


La Iglesia es una: tiene un solo Señor; confiesa una sola fe, nace de un solo Bautismo, no forma más que un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a una única esperanza (cf Ef 4, 3-5) a cuyo término se superarán todas las divisiones.


La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es "inmaculada, aunque compuesta de pecadores. En los santos brilla su santidad; en María, la Iglesia es ya la enteramente santa.


La Iglesia es católica: Anuncia la totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos los hombres; abarca todos los tiempos; "es, por su propia naturaleza, misionera" (Ad Gentes 2).


La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: los doce Apóstoles del Cordero (Ap 21, 14); es indestructible (cf. Mt 16, 18); se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás Apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos.


"La única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica [...] subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él, aunque sin duda, fuera de su estructura visible, pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad " (Lumen Gentium 8). Catecismo de la Iglesia Católica, 866-870


Textos de san Josemaría para meditar

Estamos contemplando el misterio de la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica. Es hora de preguntarnos: ¿comparto con Cristo su afán de almas? ¿Pido por esta Iglesia, de la que formo parte, en la que he de realizar una misión específica, que ningún otro puede hacer por mí? Estar en la Iglesia es ya mucho: pero no basta. Debemos ser Iglesia, porque nuestra Madre nunca ha de resultarnos extraña, exterior, ajena a nuestros más hondos pensamientos. Amar la Iglesia, 33


Defender la unidad de la Iglesia se traduce en vivir muy unidos a Jesucristo, que es nuestra vid. ¿Cómo? Aumentando nuestra fidelidad al Magisterio perenne de la Iglesia: pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles o depósito de la fe. Así conservaremos la unidad: venerando a esta Madre Nuestra sin mancha; amando al Romano Pontífice.Amar a la Iglesia, 20


Al reconocernos parte de la Iglesia e invitados a sentirnos hermanos en la fe, descubrimos con mayor hondura la fraternidad que nos une a la humanidad entera: porque la Iglesia ha sido enviada por Cristo a todas las gentes y a todos los pueblos. Es Cristo que pasa, 139