Evangelio (Jn 1, 47-51)
Vio Jesús a Natanael acercarse y dijo de él:
—Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez.
Le contestó Natanael:
—¿De qué me conoces?
Respondió Jesús y le dijo:
—Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
Respondió Natanael:
—Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Contestó Jesús:
—¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores verás.
Y añadió:
—En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.
PARA LA ORACION
En 1932 San Josemaría comenzó a invocar a los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael en el convento de los Carmelitas de Segovia.
San Josemaría comenzó a invocar a los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael al comenzar un retiro espiritual en el convento de los Carmelitas de Segovia, que duró desde el lunes 3 al viernes 7 de octubre de 1932. Hacía cuatro años que había fundado el Opus Dei. Escribía el Fundador el día anterior al retiro en sus Apuntes íntimos:
Día de los Santos Ángeles Custodios, vísperas de Sta. Teresita, 1932: ¡cuatro años! [...]. Mañana voy a Segovia, a ejercicios, junto a S. Juan de la Cruz. (Apuntes, 838)
“Don Josemaría –escribe Vázquez de Prada–- estaba convencido de que el Señor le trataría bien, por estar en casa de su Madre, en el Carmen. Y le vino de golpe el lejano recuerdo de Logroño, de los religiosos carmelitas descalzos sobre la nieve. Así había empezado su historia; y allí estaba, en un convento del Carmen, a solas con su Dios” (El Fundador del Opus Dei, p. 465).
Durante el cuarto día de retiro recibió luces espirituales de Dios que le ayudaron a resolver la estructuración del Opus Dei y su organización apostólica. Se sentía un instrumento inepto en las manos de Dios para llevar a cabo esa misión: un pobre borrico.
el hecho trascendental, con el que se unen el cielo y la tierra, Dios y el hombre. Es Cristo que pasa, 18
3. ¿Todos los ángeles son buenos?
Detrás de la elección desobediente de Adán y Eva se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. "El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).
La Escritura habla de un pecado de estos ángeles. Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio", "padre de la mentira" (Jn 8,44).
Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte.
Catecismo de la Iglesia Católica, 391-393
Textos de san Josemaría para meditar
El demonio, con intención torcida, ha citado el Antiguo Testamento: Dios mandará a sus ángeles, para que protejan al justo en todos sus caminos. Pero Jesús, rehusando tentar a su Padre, devuelve a ese pasaje bíblico su verdadero sentido. Y, como premio a su fidelidad, cuando llega la hora, se presentan los mensajeros de Dios Padre para servirle. Vale la pena considerar este modo, que Satanás ha utilizado con Jesucristo Señor Nuestro: argumenta con textos de los libros sagrados, torciendo, desfigurando de modo blasfemo su sentido. Jesús no se deja engañar: bien conoce el Verbo hecho carne la Palabra divina, escrita para salvación de los hombres, y no para confusión y condena. Quien está unido a Jesucristo por el Amor, podemos concluir, no se dejará nunca engañar por un manejo fraudulento de la Escritura Santa, porque sabe que es típica obra del diablo tratar de confundir la conciencia cristiana, discurriendo dolosamente con los mismos términos empleados por la eterna Sabiduría, intentando hacer -de la luz- tinieblas. Es Cristo que pasa, 63
Falso apóstol de las paradojas, ésa es tu obra: porque tienes a Cristo en tu lengua y no en tus hechos; porque atraes con una luz, de que careces; porque no tienes calor de caridad, y finges preocuparte de los extraños a la vez que abandonas a los tuyos; porque eres mentiroso y la mentira es hija del diablo... Por eso, trabajas para el demonio, desconciertas a los seguidores del Amo, y, aunque triunfes aquí con frecuencia, ¡ay de ti, el próximo día, cuando venga nuestra amiga la Muerte y veas la ira del Juez a quien nunca has engañado! —Paradojas, no, Señor: paradojas, nunca. Forja, 1019
4. ¿Cuál es el poder del diablo?
El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28). Catecismo de la Iglesia Católica, 395
Textos de san Josemaría para meditar
¡Qué poco listo parece el diablo!, me comentabas. No entiendo su estupidez: siempre los mismos engaños, las mismas falsedades... —Tienes toda la razón. Pero los hombres somos menos listos, y no aprendemos a escarmentar en cabeza ajena... Y satanás cuenta con todo eso, para tentarnos. Surco, 150
Podría portarme mejor, ser más decidido, derrochar más entusiasmo... ¿Por qué no lo hago? Porque —perdona mi franqueza— eres un majadero: el diablo conoce de sobra que una de las puertas del alma peor guardadas es la de la tontería humana: la vanidad. Por ahí carga ahora con todas sus fuerzas: recuerdos pseudosentimentales, complejo de oveja negra en su visión histérica, impresión de una hipotética falta de libertad... ¿A qué esperas para enterarte de la sentencia del Maestro: vigilad y orad, porque no sabéis ni el día ni la hora? Surco, 164
¿Obstáculos?... —A veces, los hay. —Pero, en ocasiones, te los inventas por comodidad o por cobardía. —¡Con qué habilidad formula el diablo la apariencia de esos pretextos para no trabajar...!, porque bien conoce que la pereza es la madre de todos los vicios. Surco, 505
Hay que decidirse. No es lícito vivir manteniendo encendidas esas dos velas que, según el dicho popular, todo hombre se procura: una a San Miguel y otra al diablo. Hay que apagar la vela del diablo. Hemos de consumir nuestra vida haciendo que arda toda entera al servicio del Señor. Si nuestro afán de santidad es sincero, si tenemos la docilidad de ponernos en las manos de Dios, todo irá bien. Porque El está siempre dispuesto a darnos su gracia, y, especialmente en este tiempo, la gracia para una nueva conversión, para una mejora de nuestra vida de cristianos. Es Cristo que pasa, 59