NOVENA · Octavo día
Meditación
«Había aprendido del Señor a perdonar, a rezar por los perseguidores, a abrir sacerdotalmente sus brazos para acoger a todos con una sonrisa y con cristiana comprensión» (DV) .
«En estos casi cuarenta años he visto a Mons. del Portillo arrostrar pruebas que hubieran derrumbado a cualquier otro: a menudo el Señor permitió que el Opus Dei fuese objeto de calumnias, de injustas sospechas y, a veces, de maniobras malvadas. Había aprendido de SanJosemaría a perdonar, a cubrir la injusticia con la caridad. Abrazaba la Cruz, perdonaba, callaba y continuaba sirviendo, trabajando» (Card. Giovanni Cheli, JM, p. 687).
Don Álvaro «pedía a las personas de la Obra [durante una dura campaña de calumnias en algunos países de Europa] que perdonaran y comprendieran; y trataba de consolarles, con buen humor, con un proverbio: "Las avispas no suelen ir a comerse los frutos peores". Esta misma actitud la manifestaba ante las dificultades e incomprensiones que yo sufría» (Mons. Gigsen, JM, p. 578).
Petición
Señor, concédeme la gracia de imitarte en la grandeza del perdón: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34). Que sepa comprender, disculpar, pasar por alto las palabras o actitudes indelicadas, injustas u ofensivas de los demás. Que, en esos momentos difíciles, siga el consejo de San Josemaría que el Beato Álvaro practicó de manera admirable: «Rezar, callar, trabajar, perdonar, sonreír».
Dios mío, líbrame del rencor: de pensar, hablar o actuar movido por el resentimiento. Y, si alguna vez me doy cuenta de que esos sentimientos enturbian mi corazón, llévame a hacer una buena Confesión, para alcanzar, en ese Sacramento de la misericordia, la paz del perdón de Dios.
Ayúdame a saborear la felicidad que el Beato Álvaro expresaba con estas palabras: «Hay pocas alegrías tan grandes como la de sentir, después de una Confesión bien hecha, lo mismo que sintió el hijo pródigo: ¡el abrazo de nuestro Padre Dios que nos perdona!» (Beato Álvaro, Homilía, 12-IV-1984).
Rezar la oración al Beato Álvaro
Dios Padre misericordioso, que concediste al beato Álvaro, obispo, la gracia de ser, con la ayuda de Santa María, pastor ejemplar en el servicio a la Iglesia y fidelísimo hijo y sucesor de san Josemaría, fundador del Opus Dei: haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Dígnate otorgar la canonización del beato Álvaro, y concédeme por su intercesión el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.