"Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)

10 de agosto de 2022

SAN LORENZO PATRON DE SANTA CRUZ

 


Evangelio (Jn 12, 24-26)


En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. Si alguien me sirve, que me siga, y donde yo estoy allí estará también mi servidor. Si alguien me sirve, el Padre le honrará.


Comentario


El Papa Sixto II fue decapitado en el año 258 durante la persecución de Valeriano. Uno de sus diáconos, Lorenzo, se salvó temporalmente porque estaba a cargo de los bienes de la Iglesia: le dieron cuatro días para traerlos. Lorenzo distribuyó entonces esos bienes a los pobres. Una vez transcurrido el plazo, se presentó ante el magistrado acompañado de pobres y enfermos. “Estas son las riquezas de la Iglesia”, habría dicho. Los pobres y los enfermos son un tesoro. Hay una misteriosa presencia de Dios en sus sufrimientos. Se asocian especialmente a la cruz de Jesús.


Lorenzo fue sometido al tormento del fuego en una parrilla. El cristiano no busca su propio martirio: no hay necesidad de precipitar los acontecimientos; pero es coherente con su fe y está dispuesto a dar su vida por Cristo. El grano de trigo debe morir para dar fruto (cf. Jn 12,24). Cuando san Agustín recuerda el martirio de san Lorenzo, compara la Iglesia con un jardín del Señor, con las rosas de los mártires; pero en este jardín hay toda clase de flores, añade. Depende de cada uno de nosotros saber dar nuestra vida como Dios se lo pide: eso es amar. A menudo, será de forma discreta y oculta, en el desempeño diario del trabajo bien hecho, en la atención a la familia, en la fidelidad a los amigos, en la cercanía con pobres y enfermos. Sería imprudente acelerar la llegada de un martirio sangriento, cuando es posible transformar el mundo desde dentro con una vida anclada en Dios y volcada al servicio de los demás.


El testimonio de san Lorenzo no carece de sentido del humor. "Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9,7). El sentido del humor muestra la humildad y una cierta distancia con un mundo que pasa, pero que nos gusta amar y reconducir a Dios. A través de su trabajo diario hecho santo, el bautizado une la creación con la redención. Al acercarse la solemnidad del 15 de agosto, que la Virgen María, Madre de la esperanza, nos ayude a realizar esta tarea con buen humor, con un corazón firme y confiado (cf. Sal 112 [111],7-8).


¿Qué es un mártir?


“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará”. (Lc 9, 23-34)


Los mártires son cristianos que dan su vida por mantenerse fieles en el seguimiento de Jesucristo. La palabra griega «mártir» significa “testigo”. 


En el martirio se da testimonio de la fe en Cristo, porque se está dispuesto a morir antes que abandonar la fe en tiempos de persecución. El Catecismo de la Iglesia enseña que “el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cfr. Mt 18, 16)”. [1]


Meditar con san Josemaría


Sabed que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta…, no con plata u oro, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pt 1, 18-19). No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con Él, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal 2,20) (Via Crucis XIV estación).


 Martirio y Amor


“Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos.” (Jn 15,13)


La constitución dogmática Lumen Gentium, tomando estas palabras del Evangelio, reafirma que el martirio es supremo testimonio de amor ante todos, ya que Cristo mismo, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida en la Cruz por nosotros. Los mártires, al dar su vida, se asemejan al Maestro, “que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo”. 


Si bien, el martirio es un don que Dios concede a algunas personas, todos los cristianos estamos llamados a confesar a Cristo ante el mundo “y a seguirle, por el camino de la Cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”. (cfr. LG 42)


Los mártires, que han sido llamados a tal acto supremo, han transitado el camino de seguimiento de Cristo por medio de la práctica de las virtudes. Y es por eso que han sido capaces de llegar al punto de dar su vida por Cristo como Él lo hizo: “quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho” (Lc 16,10). 


Son numerosas las virtudes que destacan en ellos, principalmentelas virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- , que son don de Dios y fundamento de los actos heroicos. Luego otras virtudes que distinguen a los mártires son la justicia, porque no están dispuestos a renunciar a la verdad; la fortaleza, que les permite resistir en defensa de la misma; y la magnanimidad, porque elevan su mirada valientemente por encima de los obstáculos. 


En definitiva, vivieron y murieron con “la esperanza cierta de que nada ni nadie les podía separar del amor de Dios que nos ha sido donado en Jesucristo”. (Papa Francisco, Audiencia 28-VI-2017)


Meditar con san Josemaría


Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuando predicaba así: “Jesús me ha perdonado toda la muchedumbre de mis pecados - ¡cuánta generosidad!-, a pesar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fueron perdonados muchos pecados, porque amó mucho, a mí, que todavía me ha perdonado más, ¡qué gran deuda de amor me queda!” ¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti, ya no te abandonaré. Forja 210


¡Cuántos que se dejarían enclavar en una cruz, ante la mirada atónita de millares de espectadores, no saben sufrir cristianamente los alfilerazos de cada día! —Piensa, entonces, qué es lo más heroico. Camino 204


¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio?


El Papa Benedicto XVI responde diciendo: “De la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios; son un don de su gracia, que nos hace capaces de dar la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo. Si leemos la vida de los mártires quedamos sorprendidos por la serenidad y la valentía a la hora de afrontar el sufrimiento y la muerte: el poder de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se encomienda a él y sólo en él pone su esperanza (cfr. 2 Co 12, 9). Pero es importante subrayar que la gracia de Dios no suprime o sofoca la libertad de quien afronta el martirio, sino, al contrario, la enriquece y la exalta: el mártir es una persona sumamente libre, libre respecto del poder, del mundo: una persona libre, que en un único acto definitivo entrega toda su vida a Dios, y en un acto supremo de fe, de esperanza y de caridad se abandona en las manos de su Creador y Redentor; sacrifica su vida para ser asociado de modo total al sacrificio de Cristo en la cruz. En una palabra, el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios”. [2]


Meditar con san Josemaría


En alguna ocasión me he preguntado qué martirio es mayor: el del que recibe la muerte por la fe, de manos de los enemigos de Dios; o el del que gasta sus años trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido…


Para mí, el martirio sin espectáculo es más heroico... Ese es el camino tuyo. Via Crucis VII estación, punto IV


Me comentabas, todavía indeciso: ¡cómo se notan esos tiempos en los que el Señor me pide más!


- Sólo se me ocurrió recordarte: me asegurabas que únicamente querías identificarte con Él, ¿por qué te resistes? Forja 288



¿Existen mártires hoy?


Hoy en día, en muchos lugares, hay cristianos perseguidos que sufren el martirio por causa de la fe. Siempre los habrá y la Iglesia los necesita.


En los primeros tiempos, las persecuciones a los cristianos eran más explícitas, pero con el paso del tiempo cesaron; sin embargo, como el mismo Jesús anunció, el martirio no es algo del pasado: “si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia” (Jn 15, 18-19). 


Una vez más, el Papa nos recuerda: “Cuántas veces, en momentos difíciles de la historia, se ha escuchado decir: “Hoy la patria necesita héroes”. El mártir puede ser pensado como un héroe, pero lo fundamental del mártir es que ha sido un “salvado”: es la gracia de Dios, no la valentía, lo que nos hace mártires. Hoy, de la misma manera se nos puede preguntar: “¿Qué necesita la Iglesia hoy?”. Mártires, testigos, es decir santos de todos los días. Porque la Iglesia la llevan adelante los santos. Los santos: sin ellos, la Iglesia no puede ir adelante. La Iglesia necesita santos de todos los días, los de la vida ordinaria, llevada adelante con coherencia; pero también aquellos que tienen el valor de aceptar la gracia de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos aquellos son la sangre viva de la Iglesia. Son los testigos que llevan adelante la Iglesia; aquellos que demuestran que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, y lo demuestran con la coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido como don”. [4]


“Que Dios nos done siempre la fortaleza de ser sus testigos. Nos done el vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer el bien y con amor nuestros deberes de cada día”. [5]


Meditar con san Josemaría


Quieres ser mártir. —Yo te pondré un martirio al alcance de la mano: ser apóstol y no llamarte apóstol, ser misionero —con misión— y no llamarte misionero, ser hombre de Dios y parecer hombre de mundo: ¡pasar oculto! Camino 848


“La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas - porque tenemos corazón-, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica. Él, ¨perfectus Deus, perfectus Homo¨- perfecto Dios y perfecto Hombre-, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y el cansancio, el llanto y el dolor…, para que entendamos que ser sobrenaturales supone ser muy humanos”. Forja 290


Si consientes en que Dios señoree sobre tu nave, que Él sea el amo, ¡qué seguridad!..., también cuando parece que se ausenta, que se queda adormecido, que se despreocupa, y se levanta la tormenta en medio de las tinieblas más oscuras. Relata San Marcos que en esas circunstancias se encontraban los Apóstoles; y Jesús, al verles remar con gran fatiga —por cuanto el viento les era contrario—, a eso de la cuarta hora nocturna, vino hacia ellos caminando sobre el mar... Cobrad ánimo, soy yo, no tenéis nada que temer. Y se metió con ellos en la barca, y cesó el viento. (cfr. Mc 4, 39)


Hijos míos, ¡ocurren tantas cosas en la tierra...! Os podría contar de penas, de sufrimientos, de malos tratos, de martirios —no le quito ni una letra—, del heroísmo de muchas almas. Ante nuestros ojos, en nuestra inteligencia brota a veces la impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye; pero San Lucas narra cómo se comporta el Señor con los suyos: mientras ellos —los discípulos— iban navegando, se durmió Jesús, al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que, llenándose de agua la barca, corrían riesgo. Con esto, se acercaron a Él, y le despertaron, gritando: ¡Maestro, que perecemos! Puesto Jesús en pie, mandó al viento y a la tormenta que se calmasen, e inmediatamente cesaron, y siguió una gran bonanza. Entonces les preguntó: ¿dónde está vuestra fe? (cfr. Lc 8, 24)


Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece. Amigos de Dios 22